Hasta ese momento, mi vida en Unquilandia pasaba casi te diría rutinaria, común, tranquila y sin riesgos. Sobre todo eso, sin los riesgos de la city, de la que escapé con mucho sigilo y como no quiere la cosa, hace unos cuatro o cinco añitos.
Me trasladé aquí para apostar a una convivencia, y ...chachán, aposté y gané. Mejor dicho, ganamos, es una convivencia que es hermosa, dicho sea de paso, o sea que con compañía, de la mejor, una cosa que agradezco al Universo.
Acompañada, tranquila, a disfrutar de las cosas buenas que logré conseguir después de haber pasado la vida en el fragor de la lucha cotidiana, del trabajo, la crianza, y la big city con todo lo difícil que fué para una mujer, sola y con hijos.
Pero apareció ella. Y nada fue igual.
Estoy hablando de la Pandemia que nos subyuga en este momento.
Este momento tan mundial y tan personal, tan macro y tan micro, tan igualador o casi. Su poder sobre mí era enorme. Si había que comparar, era comparar a África con una Islita pedida en cualquiera de los océanos más oceánicos del Globo, así era.
Me aplastaba al abrir los ojos a la mañana, y después del primer nanosegundo en que el día comenzaba (para mí siempre abrir los ojos es una oportunidad) sentir que la amenaza existe y está ahí afuera.
Para colmo de males, soy una mujer del afuera, amo el aire libre, amo salir a las sierras de Córdoba, mi lugar, amo viajar sola o acompañada. Amo a mis hijos, sobre todo y sobre todas las cosas, amo a mis hijos, y a mis nietas. Son las personas que viven en mí, y en las que yo vivo , somos una trama viva. Reconocerme en algún gesto de cualquiera de ellos, me deleita hasta el goce más supremo.
¡Y no poder verlos en persona! Cada semana teníamos algún encuentro, nos contábamos las novedades, tomábamos unos mates, comíamos algunas cositas ricas, y nos abrazábamos.
Pues bien, el proceso fue así: al principio, pensaba que era cuestión de días, luego fue cuestión de semanas, y ahora es cuestión de...no sabemos cuando va a pasar esto, pero no será pronto.
Así que al principio, no importaba, luego empezó a importar, y luego fue bloqueante.
Sí, esa es la palabra: Bloqueante. El mundo se detuvo, y lo peor es que se detuvo al borde del abismo. Se paró todo. El mundo se quedó inmóvil, en un lugar espantosamente amenazador. Te cae la ficha, y lo que sospechabas, comienza a ser cierto: esto va para largo.
Los seres humanos no estamos preparados para vivir la incertidumbre. Yo me leí todo Deepak Chopra y me la creí, creí que de verdad, lo que él propone como cuánticamente posible, vivir en la incertidumbre era la posta total. Claro, que yo lo creía desde la certidumbre (que ahora veo que era ficticia)
Todo lo que leí de Chopra, es así ahora, hay incertidumbre y lo que viene puede ser mejor, peor. Nunca igual.
Me parece que por fin , estoy en camino de darle la vuelta a la tortilla. COntinuará.
Después de la pospandemia, viene la repandemia, habrá que revivir...
ResponderEliminarTodo es Incierto. No sabemos como está ni como sigue.
Eliminar¡Disfruto leerte!
ResponderEliminarMe moviliza la incertidumbre.
Me da miedo la certeza.
Es buenísima la incertidumbre porque todo puede suceder. Realmente, creo que en mí caso, recién ahora,tengo conciencia plena,del concepto.
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