A la tardecita la Nené la mandaba a bañarse y a cambiarse. Esa era la instancia previa de tomar un heladito en el kiosco del Tito a la vuelta de la casa. Para la Gringa era complicado ese momento, porque andaba siempre chivateando según la Nené , y disfrutaba más de los pantalones short con una remera que del vestido celeste con puntillitas que le había cosido la Nené,esperando que lo estrene.
Ese día de verano no fue diferente del todo. Hubo bañada, lavada de pelo ,heladito en lo del Tito y luego bicicleta, la Cinzia roja flamante que le habían regalado para la Navidad. Súper incómodo andar en bici con el vestido que se usaba en los años 60, y además no tenía puestos los Championes sino unos hermosos mocasines blancos.
-¿Me puedo cambiar los mocasines?
-Pero vos estás loca? Siempre tan varonera, no podés estar arreglada ni cinco minutos!! Sermoneó la Nené. Ella tampoco podía pasar más de cinco minutos sin sermonear a la gringa,era una combinación infaltable: la conducta de una y otra se potenciaba de manera infinita. Einstein se enteró y empezó a hablar de la cuántica,lo juraría.
Así salió , con vestido y mocasines ,arreglada; los shorts y remera la habrían roto,que tenía que arreglarse? pensaba la Gringa. La Mónica la esperaba en la esquina y cada una en una bici, en la época en que se podía andar hasta dos o tres cuadras lejos de tu casa con permiso,arrancaron.
Fué a las tres cuadras. Arena en el pavimento , las bicis no habían visto ET, ellas tampoco, así que el desparramo tuvo ruidos tipo patinada que terminó con un sonido de rueda de bici girando en el aire mientras el polvo se aclaraba. Las cuatro en el suelo,dos bicis y dos nenas de 9 años.
Una de ellas con el freno de alguna de las dos bicis enterrado en el empeine del pie izquierdo.
Esa tarde si fue diferente. La Gringa terminó en cirugía de la Clínica Richieri con cuatro puntos (más) en su cuerpo, el dolor tremendo que no se pasaba ni con Cafiaspirina( lo único que había en ese momento para toda la humanidad conocida) una semana sin ir al cole porque no podía apoyar el pie, y aguantando a la Nené que oscilaba entre sermonearla por ser varonera, y dejar asomar la lástima por un costado de los ojos. La lástima no se atrevió a salir. Nunca.
